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¿Conoces la guerra que tuvo Australia contra…. los conejos?

por | Jun 10, 2022 | 0 Comentarios

La historia de los conejos australianos se parece a una película de ciencia ficción. Una de aquellas donde se imaginan terribles invasiones extraterrestres contra las que ninguna arma en manos de los seres humanos es realmente eficaz. Y, al igual que en muchos de esos guiones, al final resulta que la causa de sus propios males fue el mismo ser humano.

Hasta finales del siglo XVIII, ningún conejo había saltado nunca en suelo australiano. En octubre de 1859, el adinerado colono Thomas Austin liberó en la naturaleza a 24 conejos salvajes que se había hecho enviar de Inglaterra para poder retomar en el nuevo continente sus hábitos de caza. La idea fue desastrosa y desde entonces se desató una guerra que dura hasta hoy.

 

El simpático animalito salteador encontró en Australia un terreno fértil para multiplicarse de una manera monstruosa. Un hábitat favorable, la abundancia de alimentos, la falta de un enemigo natural y la gran velocidad con la que se reproducen (la hembra entra en celo cada 21 días, la gestación dura un mes y cada camada es de 3 a 14 cachorros) causaron la difusión más rápida de un mamífero jamás observada en el mundo.

 

Conejos letales para fauna y flora

En pocos años, los conejos salvajes invadieron el hábitat de muchas otras criaturas, especialmente en la parte sur de Australia. Se comían el forraje de los animales nativos y les ocupaban sus madrigueras, causando la extinción de muchas especies endémicas e incluso la destrucción de bosques enteros.

Los roedores, de hecho, comen las plantas recién nacidas, de modo que cuando los árboles adultos mueren no son sustituidos de forma natural Esto provoca un grave fenómeno de erosión del suelo. El coste de esta invasión para la economía australiana sería de unos 350 millones de dólares el año.

 

Lucha contra una plaga

Zorros, vallas, trampas… Todo lo probaron las autoridades australianas, hasta que dieron con lo que parece la solución: armas bacteriológicas

 

Remedios que se tuercen en problemas

En los años 20, la población de conejos alcanzó un pico de 10 mil millones de individuos, una verdadera peste que empujó a las autoridades australianas a organizar iniciativas de todo tipo para luchar contra esta especie de plaga bíblica. Empezaron con importar a sus enemigos naturales: los zorros. Estos, sin embargo, descubrieron que cazar a los lentos marsupiales nativos, como los wallabíes, era mucho más cómodo y dejaron en paz a los rápidos conejos.

Al igual que los gatos antes que ellos, los zorros también se reprodujeron de forma espectacular, cazando también a muchas especies de aves. La disminución progresiva de las aves hizo aumentar el número de insectos dañinos para los árboles y los eucaliptos. Los australianos entonces decidieron salvar a los eucaliptos disparando a los koalas, responsables, en su opinión, de la desaparición gradual de los bosques. Se arrepintieron a tiempo, justo antes de exterminarlos a todos.

Australia construyó una valla electrificada para frenar el avance de la plaga de conejos

citas educ-universe

La ciencia, al rescate

Después de esta increíble muestra de necedad humana, se apostó por el caballo de batalla de nuestra especie: la ciencia. La primera herramienta utilizada fueron cebos envenenados con estricnina. La población de conejos se redujo, pero no lo suficiente. Luego se comenzó a electrificar a cientos de kilómetros de territorio para detener el avance de los animales. Se construyó el famoso Rabbit Proof Fence, una valla que atravesaba el país a lo largo de 1.830 kilómetros, pero la población de conejos continuó creciendo. Al final, cansados y decepcionados, los australianos se dedicaron a la guerra bacteriológica.

En los años 50 se inoculó el virus de la mixomatosis. Transmitida por mosquitos y pulgas, la mixomatosis sólo afecta a los conejos y en dos años mató a 500 millones de ejemplares. Sin embargo, en poco tiempo los roedores se volvieron resistentes a la enfermedad y empezaron de nuevo a reproducirse como si no hubiera mañana. En los 90 había alrededor de 300 millones de conejos aún más resistentes y Australia tenía una desesperada necesidad de encontrar una nueva arma de defensa.

 

Infectar a los conejos

En 1995 un grupo de investigadores del gobierno comenzó a realizar experimentos con el virus que causa la enfermedad hemorrágica viral (EHVC), una infección que causa lesiones en pulmones e hígados de los conejos y que en muchos casos los conduce a la muerte. La EHVC manifestó por primera vez en China en 1984 y (hasta que se demuestre lo contrario) el virus sólo afecta a los conejos, que mueren dentro de 30 o 40 horas después de la infección.

Incluso la historia de esta nueva solución ofrece una idea clara de lo casual que puede ser el destino humano en esta tierra. La experimentación se inició en la isla de Wardang, en el Golfo de Spencer, en Australia del Sur, y dio resultados prometedores. Sin embargo, el virus se escapó de las manos de los investigadores debido a los mosquitos hematófagos (aquellos que se alimentan de sangre), que lo transportaron de la isla al resto de Australia continental.

En los dos meses siguientes a su propagación, murieron 10 millones de conejos y, dado que (por suerte) el virus no atacaba a los otros animales, las autoridades australianas decidieron difundirlo aún más. Funcionó y se estima que el virus haya contribuido a lo largo de las dos últimas décadas a exterminar el 60 por ciento de los conejos de Australia, con enormes beneficios para la fauna y la flora locales, que poco a poco volvieron a regenerarse.

 

Hay vida tras la plaga

A finales de 2015, un grupo de investigadores australianos, dirigido por Reece D. Pedler, ha publicado un estudio que evidencia el incremento de la población de algunos mamíferos de los desiertos de Australia, así como la recuperación de la vegetación local, un tiempo devorado por un sinnúmero de camadas de conejos que habían invadido el territorio. No hay evidencias definitivas sobre el hecho de que el aumento de las poblaciones de estos mamíferos autóctonos se deba al menor número de conejos, pero según los investigadores los indicios en este sentido son muchos y bastante convincentes.

En cualquier caso, los efectos a largo plazo de esta enfermedad en la población de conejos que han sobrevivido a la infección aún no han sido determinados. La naturaleza es caótica e impredecible e intentar controlarla es pura utopía. En un ecosistema inalterado, los organismos tienen mecanismos internos que limitan su población. Sin embargo, cuando se escapan de esos mecanismos y están lejos de su hábitat, criaturas aparentemente inofensivas pueden reproducirse tan rápidamente como para causar una verdadera devastación.

 

Australia es un país único incluso en sus guerras, luchando contra conejos y perder la guerra durante años solo demuestra que la naturaleza no ahí que perturbarla, dejar la cosas en su lugar y no perturbar el equilibrio de la misma, ya que incluso inofensivos conejos se pueden convertir en un autentica plaga